3/21/2009

VERSOS


Una vez (siendo adolescente) ayudando a mi padre en la carga de un camión de cerdos y, viendo con la insensibilidad con lo que aquella gente trataba a los animales que llevaba varios meses cuidando, recorde unos versos de León Felipe. Varios años después, tras un accidente de coche, cuando yacia boca arriba en una camilla, oyendo la divertida conversación de dos enfermeras, que (rodeadas de accidentados doloridos) planificaban su fin de semana. Volví a recordar estos versos de León felipe. Definen magistralmente la insensibilidad que produce el trato cotidiano

Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos siempre los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.

hoy hace un día maravilloso


Llego tarde al médico. Siempre me hacen esperar. Hoy los puntuales son ellos. He dormido mal. Quizá me tengan que hacer una endoscopia, Mi hipocondría esta disparada. Normalmente veo los resultados y entro con ellos al médico. A pesar de mi torpeza para interpretar análisis clínicos cuando entro suelo tener una idea de lo que me espera. Hoy he llegado tarde.Rosario,mi médico, coge los resultados. La sigo. Es una persona amable y calmada que se toma su tiempo para consulta. “Hoy hace un día maravilloso”, me dice, “ “¿Quién tiene ganas de trabajar con una mañana así?” me habla de estas cosas y me sonríe con los resultados de mi analítica en sus manos. Estoy impaciente, sé que no ha leído los resultados, sé que si son malos no le van a amargar el día. Me impaciento y ella se da cuenta. Tranquilízate, dice sonriendo. Me trata con cierta naturalidad. Tuvimos la primera consulta el 11 de marzo del 2004. Un día que no se olvida y que nos sirve de referencia para saber el tiempo que llevamos “trabajando juntos” valga la expresión. Esta bien para alguien que siente alergia (y antipatía) por la profesión médica. Cinco años ganando batallas. Los dos sabemos que la guerra se pierde. Que no sea hoy. Antes que comience a leer toco madera por debajo de la mesa. Tengo la impresión de que algo va a salir mal. Esto esta bien dice leyendo las primeras líneas. Milagrosamente todo ha salido bien. No hay que hacer endoscopia, dice entre sorprendida y aliviada (quizá lo de aliviada sólo sea una impresión o una proyección).
Hablamos un rato antes de que salga de su despacho. Puede ser una afección leve lo que provoca estos síntomas, dice. Pero con los análisis positivos encima de la mesa ninguno de los dos tenemos muchas ganas de amargarnos la mañana de primavera buscando enfermedades donde, como mucho, hay síntomas leves y algo de hipocondría.
Nada más salir me voy a mi casa. Quiero abrazar a mi mujer y a mi hija. Hoy hace un día maravilloso es cierto.