12/20/2005

carnucismo 2:la ciudad iluminada (1)

La ciudad iluminada (1)

Alguna vez he paseado, en invierno, por las calles de mi pueblo desiertas. Apenas a las siete de la tarde. Recorro calles donde hace años que no vive gente. Veo las casas de gentes que conocí. La excesiva luz me hace ver las puertas, hoy cerradas donde yo llame algún día buscando un compañero de juegos del que hoy me cuesta recordar su cara.
He recorrido mi pueblo de noche, a solas, calles sin vida desiertas, como un Belen macabro de recuerdos. Una vez se me acerco un anciano. Lo había asustado. Le extraño ver alguien por ahí, a esas horas (las siete de la tarde), en esta calle donde no vive nadie.
Dije algo de las luces. Que bien las luces –espetó- ahora les han dado una subvención (al Ayuntamiento) y las han puesto hasta el barranco. Pero, ¿el barranco? allí ni siquiera hay casas. Bueno, pero si les ha dado el dinero la subvención, total p´a que se lo coman los políticos o se lo gasten en otro pueblo- concluyó-. Buen Ayuntamiento este, que mira por los suyos tan irracionalmente que les da lo que no necesitan –dije yo-. El hombre me despidió sin entenderme.
Yo seguí hasta el barranco por el camino, flanqueado por corrales y pajares. La luz mostraba más claramente el abandono, como el tiempo había hecho de estos locales un instrumento inútil para la vida agraria. Pocos trabajan ya del campo y, grandes naves a pie de carretera, donde meter los meter los tractores y el resto de maquinaria, había revelado a estos edificios, hechos en piedra, de puertas pequeñas y difícil acceso al borde del camino, como inútiles para el trabajo moderno.
Hable con algunos de mis convecinos sobre el tema. Todos alababan la gestión municipal que había traido “más luz” al pueblo. Sólo dos críticas: “Si han puesto hasta el barranco, que hubieran puesto hasta la ermita”. Ya que gastan que se beneficien todos.
De estas conversaciones, del apoyo recibido por mi pequeño Ayuntamiento en esta gestión, podría deducirse (quizá siendo injusto) que los ciudadanos piensan que la función de un Ayuntamiento es sacar lo más posible para el pueblo. Aunque este no lo necesite. Que el estado es un ente lejano que tiene dinero. Un señor rico que, cuando se digna a darnos algo, hay que cogerlo, porque si no se lo dará a otros, que los vecinos los del pueblo de al lado, los de la comarca vecina, o los de otra comunidad son unos competidores embarcados en una carrera por llevar cosas a su pueblo, por acaparar las dadivas del estado.
También deduje que la gente del pueblo donde viví los primeros años pensaban- o querían pensar- que si ese dinero no se hubiera invertido allí, se hubiera gastado en algo, igual de inútil, pero en otro sitio, o se lo hubieran gastado los políticos en sus cosas. Por último pensé –y eso era lo peor- que aquella gente no pensaba que ese dinero, que esas farolas inútiles, y esa electricidad las pagaban ellos con su pensión, incluso la pagaba también el hijo que vive en Zaragoza con sus impuestos. Pensé en esos jubilados a los que el hijo les instalo una bombilla de bajo consumo en la cocina, que se meten a la cama pronto para ahorrar calefacción, que apagan las luces de la escalera si no tiene que subir nadie y que , sin darse cuenta, se dejan toda la noche las luces de la calle encendidas…hasta el barranco.

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