Me estoy cenando un cordero. El día de navidad. Allí esta Raphael en la 1. Como siempre. Cuentan que, cuando la televisión acababa a las 12 de la noche, la mujer de Franco (que padecía de insomnio) llamaba a televisión española a las dos de la mañana y pedía que le pusieran a Rafael. Sumisos los funcionarios obedecían y televisión volvía a emitir. Los españoles (con excepción de los que habían quedado dormidos delante del receptor que despertaban sobresaltados) dormían ajenos a lo que la televisión les ofrecía inesperadamente.
Ahora, en la época de Internet, Rafael sigue en televisión española. Lo veo promocionando a su hijo (que hace un rock más rancio que el de Miguel Ríos, y ya es decir),lo veo cantando con un video-cadaver de Rocio Jurado, con el cadáver en directo de Bumbury, ya en el colmo del narcisismo canta consigo mismo en un video de hace 35 años…
Es un espectáculo que, con ligerísimas variaciones, televisión española nos repite cada año (desconozco las razones) como si fuera la misa del gallo.
La cosa no da para un mal ariículo. Pero entonces ocurre algo que hiere mi sensibilidad, y mira que es difícil. Rafael canta el "himno a la alegría" se lo dedica a los niños que pasan hambre. Mientras canta el público (se supone azuzado por los regidores) se pone de pone de pie. Rafael se entusiasma y sonríe. En la pantalla del fondo se proyectan imágenes de niños hambrientos que, recuerdo al lector, son los únicos ciudadanos que han salido esta noche en televisión, que no han cobrado derechos de imagen. Por efecto del montaje (no es casualidad esta buscado) los hambrientos parecen sonreír entusiasmarse mientras en engolado Rafael destroza la novena. El final apoteosis final: Rafael en éxtasis, el público en pie, y, de fondo, las imágenes de los pobrecitos africanos hambrientos que parecen disfrutar con el tema, es uno de los momentos de mayor miseria moral que he visto en la televisión.
Has conseguido que se me atragante el cordero.
¡Que te den Ráphael¡
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